No
todo iba a ser bonito. Desde que llegué la primera vez a Florencia, en
2008, no le había encontrado ningún fallo y, aquellas cosas que podían
ser reprochables, intentaba buscarle el lado positivo (como suelo hacer
con todo). Creo que caí un poco en el positivismo, pero es que, de
verdad lo digo, es muy difícil que esta ciudad no le guste a alguien.
Sin
embargo el miércoles de esta semana me he enfadado, y mucho, al volver
de un exámen (aprobado por cierto) y pasar por el Porcellino.
Para
que os situeis, el Porcellino es una plaza porticada en la cual se
encuentra uno de los dos mercadillos de Florencia. Recibe su nombre del
Cinghiale, un jabalí que es la mascota de la Toscana, cuya estatua
preside este lugar. La tradición entre los turistas es meterle una
moneda en la boca y, si esta cae entre las rejas que tiene a sus pies,
significa que se volverá a Florencia.
Como os podreis imaginar, es un lugar que siempre está lleno de gente.
Pues
a la vuelta de este examen aun faltaban dos horas para el cierre de los
puestos del mercadillo y, sin embargo, no había nada. La plaza estaba
vacía excepto por un escenario en uno de sus extremos y unas plantas que
servían de decoración para el borde de esta plaza.
Pensé que se trataba de algún concierto por el día de San Giovanni, que es el domingo y aquí se celebra bastante.
Tras pegarme una ducha por derecho volví a la calle con Tania y, al pasar por al lado, pude ver de lo que realmente se trataba.
Los
muros estaban decorados con unos carteles de una marca de moda y en los
alrededores de la plaza había seguratas vigilando que nadie entrase en
una plaza pública, prohibiendo incluso el acercarse a fotografiarse con
el cinghiale. Las plantas no servían como decoración, sino como muros de
una fiesta privada.
Y
lo que más me cabrea no es que se utilice una plaza pública para
fiestas privadas (que también), sino que la plaza en cuestión sea un
lugar donde trabaja gente y que, por el capricho de unos ricachones,
tengan que cerrar antes así como dejando a los turistas sin poder
disfrutar de este mercadillo o de la tensión de la espera con la caída
de la monedita.
Encima de todo, el
hecho de hacer esta fiesta privada en uno de los lugares más visibles y
turísticos de Florencia era precisamente para mostrarse al resto de la
población, a la gente pobre que viste con ropa del Pryca, que ahí están
ellos, que tienen tanto dinero que pueden comprar un lugar que no es
propiedad de nadie.
Pues ahí os podeis quedar, muy
tranquilos, con vuestros trajes de mierda y vuestra altanería que os
hace creeros mejores que el resto. Yo me seguiré yendo al Ponte Vecchio a
escuchar a los dos guitarristas, a la Piazza della Repubblica a ver al
trío de cuerda o a Piazza Pitti con una Birra Moretti. Total, Florencia
tiene sitio pa to.
Esas cosas pasan en tos laos Kikeshi... es como darte cuenta de la cantidá de fachas que hay en Cadi, cuna de la libertá.
ResponderEliminarPor cierto a ver cuando vuelvo por Florencia, que hace tiempo ya que fui y me dejó encantao (ciudad donde me encontre a Tim Burton paseando por el ponte vechio) y nos tomamos una moretti. :D
A mi nunca me gustó el Porcellino por la rima, porque siempre caía. Te lo juro eh!
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