domingo, 17 de junio de 2012

El crimen de Olot (Parte II)

Después del tema de que en Sarria no hubiera agua y de que temiera por mi vida, la reacción de Adri fue totalmente inesperada, se lo tomo a cachondeo y empezó a cantar "Qué bonita es Sarria por la tarde, cuando el sol está que arde, que parece una sartén".

Sarria es un pueblo hacia arriba, y el albergue estaba arriba del todo, no exagero, lo último que había en el pueblo. Si vais a Sarria y subís hasta la parte más alta os encontrareis con el albergue Don Álvaro. Allí, después de intentar regatear el precio con el tema de que no había agua, nos aseguraron que nos lo compensarían de alguna forma, y de qué forma!
En su web, la descripción del salón es la siguiente: Noches para el recuerdo... guitarra, licores de nuestra tierra, anécdotas, conversaciones de todo tipo, chistes, canciones, todos los días al amor de la lumbre... algo que perseverará en tu memoria.
No se equivocó con nosotros. Entre el orujo, las hierbas, la guitarra, el orujo, el orujo y una máscara de Venom, estuvimos cantando hasta altas horas de la madrugada Amor de Tuenti, el Waka Waka versión 'porque esto es Sarria' y se compuso una canción titulada "Don Álvaro". 
Además, allí coincidimos con 'los Vinagre' y con la familia del 'güenagente'. Los primeros dieron un por culo increible con el vinagre de Módena (y pensaban que su mote venía de ahí), mientras que los otros eran una familia de Sevilla formada por padre, madre, hijo, hija y niño serbio. El 'güenagente' recibe su mote de que siempre iba sonriendo y de que era mu güenagente el hombre. Llegó a ser definido por Paco como "el típico hombre rico que vive bien pero que le gusta ayudar a los demás con to lo que tiene, así que acogen a este chiquillo". Un Bruce Wayne de Sevilla. Y teníamos la teoría de que la niña estaba loca por pillar a cualquiera de los tíos del grupo.
Por cierto que fue en este albergue la única vez que he visto que a una persona se le ha grabao en el tobillo la marca de los calcetines. Adri llevaba la palabra KALENJI en su tobillo izquierdo, una barbaridá.

El amanecer siguiente nos llevaba hasta Portomarín. Relativamente cerca, allí nos reencontramos con todos los que habíamos ido conociendo: el tortuga, mi hermano mayor o mi yo del futuro, los ecuatocianos, los 'güenajente' (que el niño se les perdió por un breve intervalo de tiempo), etc.
En Portomarín, que es básicamente una calle con bares, decidimos ir a hacer una Queimada con el resto de peregrinos. 
Ser un friki y tener amigos cargantes nunca ha sido una buena mezcla. Yo cumplo esas dos premisas y no les faltó tiempo a ninguno de ellos para acordarse (y contarle al resto de los presentes) que en el bus hacia Ponferrada les conté que me sabía (y me se) el Conxuro da Queimada.
Si mala es la carga de mis amigos, peor fue la de la vieja, Morla, que con to la confianza de la vida, coreaba mi nombre para que fuese yo quien hiciese el Conxuro. No hubo manera de esquivarlo y al final, sometido a la presión popular, tuve que hacerlo. Me salió to bien.
El camarero, que nos vió pinta de sinvergüenzas, no hacía más que poner música de la que nos gusta. Lo que llevó a que apareciese el Tortuga ataviado como Jesucristo (aureola incluida), que se grabase un documental de cómo el prototipo de italiano mete cuello, o que Morla (la vieja) tuviera más ganas de juerga (y de alcohol) que cualquiera de nosotros.

El día siguiente se presentaba duro para Ramón y para mí, porque el resto se hicieron 80 km en bus. Teníamos que pasar por Palas de Rei para finalmente llegar a Melide. 
En ese trayecto descubrí que Ramón no estaba haciendo el Camino de Santiago, sino la Carrera de Santiago, no quería hablar con nadie solo porque le harían disminuir el ritmo.
Con esto de cambiar las etapas un día antes nunca nos enterábamos bien del cuál era nuestro destino, tanto es así que ambos llegamos a preguntar por Prado del Rey.
Fuimos a entrar en una iglesia para que nos sellaran y, al ver que todos los peregrinos que estaban allí estaban rezando, nos sentamos en un banco y estuvimos callaos un rato para no desentonar (y porque el que ponía los sellos estaba mirando). No se cuánto tiempo estuvimos, pero a mi me pareció una barbaridad.
Casi nos dimos por perdidos cuando vimos que tras el cartel de Benvindos a Melide lo único que había era un polígono industrial que, al menos, tenía una fuente, aunque al final llegamos al Melide auténtico.
Habíamos quedado en que, cuando nos reencontraramos todos en Melide, no podíamos decir nada del bus de los demás para que no les dijeran nada en el albergue. El saludo de Ramón fue "hombre! qué tal? mu cansaos del viaje en autobús o qué?". Ahí está el tío.
De ese día no recuerdo mucho más, porque fue una siesta de tres a nueve y pico.

Nos quedaban dos jornadas para llegar a Santiago, y las ampollas iban haciendo acto de presencia. En mi caso, tenía una en cada talón del tamaño de cada talón, una en cada dedo del pié y algunas entre algunos dedos de los piés.

Al día siguiente, en Arzua, dado que el compeed molestaba más que ayudaba, decidí quitármelo y, al llevar pegamento, tuve que hacerlo con una navaja, poco a poco. Un auténtico asco. Para reponer cuerpo y mente, decidimos ir a tomarnos algo al bar de enfrente del albergue, donde conocimos a Andoni.
Para hablaros de Andoni haré un interludio antes de continuar con la tercera y última parte. Porque Andoni lo merece.

Hasta la próxima.

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