martes, 27 de octubre de 2015

La colectivización de los colores

Siempre he mantenido que mis ideales y mi forma de pensar actual se han ido forjando a lo largo de mis años de vida y de las experciencias por las que he pasado. Esto que os voy a contar pasó de verdad y lo recuerdo perfectamente: mi primera experiencia de colectivización.

Estaba yo en 1º de primaria (A, por supuesto) y mi profesora decidió romper con lo establecido. Nos dijo que todo el mundo tenía que volcar sus colores sobre su mesa y luego, cuando estuvieran todos a la vista de todo el mundo, iríamos cogiendo para que todo el mundo tuviera los mismos colores. Lo que ella no tuvo en cuenta es que, para que eso ocurriera, o bien todo el mundo tenía que haber depositado desde un primer momento el mismo número de colores o había que dividir todos los que había en partes iguales.

No sucedió ninguna de las dos cosas y, a la hora del reparto, la gente empezó a coger el color rojo. En cambio yo, sabiendo que había menos, cogí en primer lugar el color carne cuando me llegó mi turno. La gente iba cogiendo los colores básicos sin darse cuenta que, al ser precisamente básicos, habría al menos una cera para cada persona, pero que los colores carne, ocre (también llamado color caca), gris o blanco eran rara avis y estarían más cotizados.

Así pues, de lo que iba a ser una experiencia colectivizadora para dar a todo el mundo las mismas oportunidades, resultó que se creó una pequeña burguesía propietaria de colores (medios de producción de color, técnicamente) de la que yo era miembro.
Ahora yo tenía el poder y, lejos de satisfacerme, resultó ser un coñazo. A mí venía todo el mundo para pedirme el color carne y, como era mío, lo prestaba, si, pero a regañadientes o a cambio de que los demás le sacaran punta, y terminaba pintando caras apretando muy poquito el naranja.
Ahí me di cuenta de que yo no servía para ser de la clase dominante y que me apañaba bien con recursos escasos. También me di cuenta de que el color caca no se parecía al color de la caca.

Lo que nunca supe es si nuestras madres llegaron a enterarse de esto y, en caso afirmativo, cómo les sentó a aquellas que le habían comprado a su hija la caja plastidecor de 24 colores y llegó un día con 12 ceras carioca (que eran malísimas).

PD: ¿En África cómo le llaman al color carne?