sábado, 16 de junio de 2012

El crimen de Olot (parte I)

Hace poco he estado en Cádiz y, al pasar por delante de la nevera, tuve ganas de dos cosas: primero, de comer mortadela y, segundo, de hacer el Camino de Santiago (por un imán que tengo de Santiago de Compostela).
Creo que de todos los que lo hicimos el año pasado, solo repetiríamos dos, y de cabeza, mientras que el resto nos llamarían locos (más aun). Lo que no cabe duda es que fue uno de los viajes más divertidos/accidentados/raros de mi vida. Supongo que eso lo hace irrepetible.

Y fue raro porque, básicamente, lo organizamos en un fin de semana y, el lunes siguiente, nos estábamos montando en un bus rumbo a Ponferrada. Así cómo iba a salir según lo planeado.

Prometo que todo lo que cuento a continuación es verdad.

En el bus empezamos con el cachondeo de que Lolo iba a escribir una novela llamada "El crimen de Olot" con las cosas que fueran pasando en el viaje. Así que, para tener buen material para escribir, la historia empezó con un marroquí que le apestaban tela los pies buscado por la Guardia Civil porque llevaba una faja con droga. El chaval escapó en Zafra, en una parada que hicimos, y, aunque nos dio un poco de pena, menos mal que no volvió al bus, porque os juro que no he olido nunca una peste a pié como esa. Y he sido scout!

Ya teníamos una persona escapada de la justicia, ahora empezarían los asesinatos. La primera baja se produjo el primer día (lo cual nos hizo pensar que solo llegaría una persona a Santiago, y viendo como se desarrollaba el peregrinaje no hubiera sido extraño) y, para que no hubiera pruebas, se jodió la única cámara que llevamos. Únicamente pudo hacer fotos el primer día, como la que encabeza esto: un graffiti exáctamente igual que la cara de Adri. Los misterios no cesaban.

Ele, la lesionada, se tuvo que volver pa Cádiz y Adri, su hermano, y yo la acompañamos hasta la estación de Ponferrada. De nada había servido la imposición de manos de un curandero del albergue de Villafranca del Bierzo. 
Una vez que la mandamos pa Cádiz, nos encontrábamos con que teníamos que llegar a O Cebreiro. Después del viaje me enteré que yo acompañaba a Adri por -y cito textualmente- "ser el único que habría sabido sobrevivir en el bosque". Tanto fue así que tuvimos que pasar esa noche fuera del albergue porque la siesa de la Xunta nos dijo que habíamos ido en coche.

La siguiente etapa hasta Triacastela trascurrió sin demasiados sustos, a excepción de la lluvia que prácticamente desde entonces no nos dejaría en paz, y a excepción de las lesiones de Paco en el tobillo, Adri en la rodilla y la cadera, María en la rodilla y Lolo en los talones.

La etapa grande fue la del día siguiente, desde Triacastela hasta Sarria pasando por Samos. Para que os hagais una ide de lo que fue, la etapa se titula (si, titulábamos las etapas) Samos la mierda.
Empezábamos con María mala yendo en bus hasta Samos acompañada por Paco y con Lolo con dos rozaduras como dos cabezas de enanos en cada uno de sus talones, por lo que tuvo que ir en chanclas (lo que a posteriori nos daría un mote a todo el grupo).
Lo primero de esa etapa fue que Lolo, con los piés descalzos pisó una mierda enorme, tuvo que meterse en un río para que se le pudiera limpiar la herida, cruzó una zona de bosque con los piés mojados que hizo que el polvo se le pegase en las heridas, tras volvérselo a desinfectar se tuvo que poner calcetines con las chanclas... y por fin llegamos a Samos, que aunque era muy bonito, no es divertido que te llueva.
Cuando escampó (tanto que al final hacía tela de calor) tiramos pa Sarria. Parecía sencillo: 4 kilómetros y llegamos. 
Cuando nos detuvimos frente a una bifurcación que indicaba que por ambos caminos se llegaba a Sarria decidimos tomar el que nombraba menos pueblos para llegar antes. Adri aún está maldiciendo esa decisión (que encima fue suya) porque lo que no sabíamos que, aun siendo solo tres pueblos, estaban alejadísimos entre ellos y que, encima, íbamos a hacer 4 kilómetros más, con cuestas, sin ver un solo pueblo, y con calor. Un numerito.
Por si esto no fuera poco, cuando ya no podíamos más, llegamos a un pueblo que nos recibía con una montaña de estiércol tan alta como cualquiera de nosotros y cuyas calles estaban asfaltadas con el mismo material. Al grito de "Bienvenidos a PUEBLO MIEEEERDAAAA" proferido por Ramón hicimos nuestra entrada triunfal, donde descubrimos que habíamos tomado el camino de los tontos (porque encima era el más feo) pero que, al menos, ya estábamos cerca de Sarria.
Cuando ya veíamos la ciudad y a los peregrinos que no habíamos visto tras nuestra estupenda elección, recibo una llamada de Paco, que ya estaba en Sarria, diciéndome que si podíamos buscásemos un albergue antes de llegar, que en toda Sarria no había agua y no sabían cuando iba a volver.
Al contárselo al resto tuve miedo de que Adri o Lolo (o los dos) se volviese loco y me soltara un palazo en la cara, de verdad que tuve miedo.

Lo que pasó después y los días posteriores, lo cuento en la próxima parte.

2 comentarios:

  1. Se lo que encontrásteis debajo del asiento del moro contrabandista.

    ResponderEliminar
  2. yo tb se lo delmoro jajajaj
    me encanta como escribes picha, sublime
    mogollo

    ResponderEliminar