lunes, 21 de julio de 2014

Cazar al cazador

Me despierto en mitad de la noche y se que es él. Un ruido, un movimiento, algo ha hecho que me despierte, pero yo se que lo ha provocado él y, aunque sabía que este momento llegaría y hace tiempo pensaba que estaba tardando demasiado, ahora me parece que no me había preparado lo suficiente. Viene a por mi, yo lo sabía y no llegué a tomármelo en serio.
Es de noche y la ausencia de luz me impide verlos, pero se que los cadáveres de su familia siguen ahí,
decorando mi casa del mismo modo que lo hace un cuadro o una estantería y, del mismo modo que lo se yo, lo sabe también él. Lo ha escuchado, lo ha visto, lo ha intuido, lo que sea, pero lo sabe. Y ahora está aquí y ha venido a por mi.

Me despierto y es de día. Sigo con vida para mi sorpresa. A mi alrededor todo sigue igual que ayer, nadie diría que hubo alguien conmigo, pero yo lo se, porque me ha dejado una marca en el antebrazo. ¿Un aviso? ¿una amenaza? no lo se, pero está claro que la elección para marcarme no es casual, quiere que vea su marca a diario, de hecho desde que la he visto no puedo dejar de pasar mi dedo sobre ella y pensar ¿qué es lo que quiere?

Vuelve a ser de noche y no consigo dormir. Pienso en esa familia suya que tengo como trofeo de guerra: alguno aplastado, con sangre marrón pegada en lo que anteriormente fue una cara; otro una muerte limpia, tanto que parece que duerme; y así sigo enumerándolos uno por uno y preguntándome aún por qué me dejó la marca en el antebrazo.
De pronto me despierto, de nuevo, como la noche anterior. No puede ser otra cosa aparte de él pero el resto de la noche pasa tranquila, aunque yo no puedo dormir. Ahora entiendo lo que ha hecho, ahora entiendo la marca. No era un aviso ni una amenaza, sino un mensaje, un mensaje que me dice que puede hacer conmigo lo que quiera, que me tiene a su merced. Quiere que enloquezca antes de atacar, porque cada noche está ahí, y va a seguir estándolo hasta que se decida a actuar.

Ha amanecido, ya hace cinco días de la marca y cada noche de estos cinco días me he despertado sobresaltado pensando si al amanecer seguiría todo igual. Pero el amanecer de hoy ha sido diferente. Hoy me he despertado y había sangre en mis sábanas, a la altura de mi abdomen, pero no era mía. He seguido el rastro y lo he visto. Un suspiro de alivio y una sonrisa nerviosa han surgido cuando he visto su cadáver junto a mi cama.
No se si habrá sido un descuido suyo o si habrá alguien que le vigilaba para que no lograse su objetivo, pero no me preocupa, al menos por el momento. Ahora únicamente desayuno relajado pensando en que este mosquito ya no volverá a picarme.

(Basado en hechos prácticamente reales).