miércoles, 29 de enero de 2014

Llévate el butacón del salón, por si acaso.

Hace unos días que he vuelto de París y he reflexionado sobre algunos aspectos de esta ciudad de los que tengo en mente escribir aquí, pero lo voy a dejar para otro día. ¿Por qué? porque el año pasado he vagueado bastante dejando de lado el blog (esto no quiere decir que 2014 vaya a ser diferente) y no he escrito cosas que tenía en mente. El hecho es que viajar a París me ha hecho recordar que tenía que escribir sobre el viaje que hice en agosto a Manchester y a Londres.

Últimamente he visto varios monólogos de estos del club de la comedia y, en uno de ellos, Piedrahita decía que las maletas a la hora de hacer viajes se llenan de "por si acaso". Es decir, alguien va a Sevilla en agosto pero se lleva una rebeca, por si acaso. Pues bien, esto es así en la mayoría de seres humanos que, con el tema de prevenir ante posibles situaciones, llevan ropa que posiblemente ni utilizarán.

Mi caso es diferente. No se si exactamente se trata de haber viajado la mayoría de las veces con Ryanair, de que no presto atención a las cosas, del hecho de ser imbécil o de una mezcla de estos tres factores, pero soy de cagarla en estas situaciones. Y no solo con los "por si acaso", sino con las cosas más elementales.

Hay ciertos lugares del mundo que llevan implícito llevar una prenda determinada: el bañador en el Caribe, las botas de montaña en Galicia, la camiseta de Cádiz en cualquier lao, etc.
Si pensamos en Inglaterra, lo primero que sacamos del armario es una sudadera. Yo, en cambio, llevaba una bandera, varias camisetas, calzoncillos (afortunadamente), pero ninguna sudadera. Así soy yo, gilipollas.
En el avión pensaba en la posibilidad de que no hiciese tanto frío en Inglaterra pero la realidad me dio un bofetón en forma de piel de gallina en cuanto puse un pie en el aeropuerto y que se mantuvo durante todo el viaje.

Así que niñas, ya sabeis, si vais a Inglaterra, los calzoncillos son útiles.