jueves, 28 de julio de 2011

Mi barba tiene tres pelos

Hola!
Hoy voy a dedicarle esta entrada a todos aquellos que tienen que afeitarse. Me refiero a los que se ven obligados a afeitarse porque su barba es, como bien las bautizó mi amigo Paco, "de tonto".

Cuando tienes 13 años y a algunos empieza a salirle el bigote de leche ya nos imaginamos lo guay que tiene que ser afeitarse, dejarse barba si nos apetece o afeitarnos y dejarnos una perilla o lo que sea.
Lo malo es que, a medida que pasa el tiempo, nos vamos dando cuenta de que nuestra barba es una auténtica porquería y que solo uno de nuestros amigos tiene una en condiciones. Empiezan a verse entonces barbas a parchetones, barbas que por mucho que te la cuides parecerá que es de vagabundo, barbas con estructura de bufanda (como es el caso de un servidor), barbas solo de mentón (iba a poner barbilla pero me he dao cuenta de que ya era repetir demasiado palabras de la misma raíz), etc.

Una vez que ya nos hemos resignado a que nuestra barba es estúpida pasamos a la soporífera función de afeitarnos. Y esto es otro paso feo de verdad, porque en los anuncios siempre aparece un barba por derecho afeitándose sin problemas porque Gillette ha creado una hoja fina fina, ni Carmen Lomana, vamos. Pues cuando yo me tengo que afeitar lo tengo que hacer elevando la cabeza 45º porque, como ya he comentado, mi barba es del tipo de bufanda, es decir, se encuentra por el cuello principalmente, no hay barba en las mejillas y muy poca en las patillas y, además, como soy rubio, no veo bien del todo los pelos, así que tengo que acercarme una barbaridad al espejo.

Pero sin duda, lo que más odiamos todos, es que, después de un rato luchando contra nuestra barba, nuestro destino y nuestra maquinilla/cuchilla, de ponernos el aftershave y/o mojarnos la cara, observamos ese pelo que siempre se nos queda, un único pelo muy largo que se ha escondido durante el afeitao y que ahora sale a la luz. Tira de él, pasa la maquinilla de nuevo, haz lo que quieras, que no se va. Finalmente, hay que recurrir a las pinzas.

Cómo lo odio.

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