viernes, 22 de julio de 2011

Pa loca tu, calva

Hola de nuevo mis queridos feligreses!
Llevaba ya bastante tiempo sin escribir y hoy me he dicho "llevas bastante tiempo sin escribir", por lo que me he pesto a escribir.

El caso es que hace un par de días que he vuelto de hacer el camino de Santiago, donde he visto cosas que no me imaginaba. Ya íbamos avisados de que por los bosques de las tierras gallegas se ven meigas (no de las que se comen, sino de las otras), brujas y demás. Lo que no sabíamos es que hubiera tantísimas gente loca, más incluso que aquellas personas que se van una semana a caminar por la montaña, a hacerse ampollas, lesionarse y cansarse sin ánimo de lucro.

Lo cierto es que en el camino nos hemos encontrao con auténticos personajes.
En primer lugar el barba que fue legionario y ahora está sin trabajo y se fue de Madrid a Santiago y ahora tiraba pa Roma... andando. El hombre iba sin dinero y trabajaba a cambio de una cama. Lo de trabajar a cambio de una maquinilla aun no se lo ha planteao.
Pues este hombre, ya que vive de lo que puede, desayunó una botella de vino que unos alemanes dejaron la noche anterior en el albergue. Desde luego era/estaba muy alegre, normal con esos desayunos.

El otro loco estaba en ese mismo albergue, pero este trabajaba allí y era curandero (guiño, guiño). Se empeñó en que, con imposición de manos iba a poder curar a una lesionada. Si vierais como le crujía la rodilla al día siguiente iríais antes a un herrero que a ese curandero.

Conocimos a la Vetusta Morla (una mujer mayor con cara de tortuga y de ahí el mote) que se vino con nosotros a una queimada, probó el orujo y, en dos días se compró y ventiló tres botellas (eso sí, siempre invitaba).

Hablando de tortugas no podemos olvidar a Bruno el Tortuga. Su nombre le viene desde antiguo. Desde que le vimos con la tienda de campaña redonda en la espalda. Tiene telita hacer el camino de Santiago con 3,5 kg de más para que la tienda solo se use un día y fuéramos Adri y yo.

El siguiente no está loco, es un campeón, pues lo conocimos a cuatro jornadas de llegar a Santiago y, desde ese día, tenemos constancia de que se pegó cuatro juergas gordas y, sin problema alguno, caminaba al día siguiente. Además ligaba como un italiano. Es de Napoli, por cierto.

Y, ya en Santiago, conocimos a una bruja (imaginaos el prototipo de bruja y vereis su cara) que nos ofreció un piso para siete personas cerca de la catedral por 60€. El piso para siete era un salón/cocina y un cuarto/cuarto de baño en el que tuvimos que entrar en dos grupos para poder verlo, la puerta no tenía llaves y por las escaleras tenía la mujer ropa colgada con, como diría el Yuyu, más pringue que los convoys. Y aun así la mujer aseguraba que había sitio de sobra.

Estos, damas y caballeros, son los personajes que mis compañeros de aventuras y yo nos hemos encontrado por el camino (nunca mejor dicho).
Para otro día dejo la historia de Andoni, que tiene telita.

Un placer volver por aquí.

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