jueves, 31 de diciembre de 2015

Kiko, qué maravilla

Antes de llegar a Florencia en 2011, si yo escuchaba algo de Kiko, se me venía a la cabeza este señor marcando en el último momento o haciendo el arquero. Si acaso el amigo del Chavo diciendo "¿quieres? ¡pues compra!". Pero todo cambió desde que Giovanna (aka La Juana) le costaba la misma vida aprenderse mi nombre y, durante los primeros días, me decía Kiko. Esto se debía a una tienda de maquillaje que la gente de Cádiz seguro que ya conoceréis por el homenaje que se les hizo en Columela a unos de los grandes embajadores de la ciudad: Kiko y Zara.

La cuestión es que, como mucha gente ha podido comprobar, tras 8 años y pico de relación mis conocimientos sobre maquillaje se han ampliado de manera significativa, pero en diciembre de 2011 yo tenía una lista de cosas concretas, todas en inglés y con códigos concretos de color.

Kiko en Florencia solía estar lleno de chinas probándose potingues enfrente de un espejo, gente con pinta de tener mucho dinero y dos negros enormes en la puerta haciendo las funciones de seguridad. Y en medio de aquello me metí yo, con las melenas, la chaqueta de cuero, la sudadera de los Maiden, unos vaqueros rotos y las botas.
Yo entré allí como el que coge por primera vez una carta naval y lo máximo que ha hecho es jugar con la Goleta de Playmobil. Estaba tela de perdido y decidí dar vueltas, muchas vueltas, sin ver nada, pero yo daba vueltas, esperando que los artículos apareciesen delante mía como por arte de magia. Yo miraba el papel con la lista, levantaba la vista, observaba un punto y tiraba para allá. Así durante bastantes minutos.

Podría haber seguido mucho más, hasta que vi que el negro de la puerta no estaba en la puerta y estaba siguiéndome a una distancia de seguridad para tenerme vigilado. Mierda, ya la había cagao. Mi solución fue coger una bolsa y empezar a echar cosas al azar, pero yo na más que miraba al portero y empezaba a sudar y a pasarlo realmente mal.

Al final todo se solucionó porque una chiquilla de las que trabajaban allí tuvo que ver que estaba más perdido que Antonio Resines en una película de Nolan y se me acercó, me cogió la lista y fue llevándome por los estantes donde estaban las cosas.

Desde ese día he mejorado muchísimo, ahora directamente entro y pregunto.

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