viernes, 1 de noviembre de 2013

Es que nadie piensa en los niños (de Manhattan)?

El Kikeshy de hace unos 10 años era totalmente anti-yanki. No hacia su política, que también, sino contrario a todo lo que tuviese un cierto aire estadounidense. Esto fue hasta que me di cuenta que siendo así no podrían gustarme los cómics de superhéroes, el baloncesto, los Guns n Roses, Kiss, Poison, Bob Dylan, Hendrix, Janis Joplin y un largo etcétera.
Por supuesto, mi yo de hace un tiempo era totalmente contrario a Halloween y mi yo tenía que celebrar los tosantos yendo a los puestos de la plaza y comiendo huesos de santo. Mi yo actual lo sigue haciendo, pero le da igual que la gente se disfrace de algo "terrorífico" (terrorífico es el resfriao que algunas tienen el 1 de noviembre).

La cosa es que como ahora me da igual porque soy muchísimo más maduro y porque me he dado cuenta de que me apunto a la fiesta que sea mientras haya de beber nos lo pasemos bien, lo que hago es analizar la fiesta. Y todo iba bien hasta el momento en que caí en la cuenta que los niños estadounidenses o viven en un pueblecillo tipo Springfield o se quedan si Halloween. ¿Es eso justo?
Por lo que se de la fiesta gracias al cine y a la tele, Halloween consiste en que los niños invaden  la calle disfrazados de algo que no necesariamente tiene que dar miedo, piden chucherías puerta por puerta y, quien no da nada, acaba con la casa llena de huevazos y envuelta en papel higiénico.

Teniendo esto en cuenta intenté imaginarme un Halloween en una ciudad grande de EEUU: dos hermanos que van por el piso 21 de un edificio y cuyo botín de chuches ha sido hasta el momento un paquete de galletas y unos chicles porque los vecinos tienen la seguridad de que un muchachito de 10 años no va a tener la fuerza suficiente para lanzar un huevazo más allá de un segundo piso. Además para envolver el edificio de papel higiénico habría que subir hasta la azotea y pegar un rollo detrás de otro.
Tampoco sería posible que jugasen en la calle haciéndose pasar por el personaje del que van disfrazados, salvo que alguno vaya de Superman y un coche le ayude a acabar como Christopher Reeve.

Así que, teniendo en cuenta que los pobres infantes de las grandes ciudades estadounidenses no pueden celebrar Halloween como en las películas, decidí empezar una campaña para hacer un Halloween accesible a todo el mundo, pero luego desheché la idea porque son unos malditos yankis y los odio seguro que tienen su propio modelo de Halloween.

Para finalizar, una reflexión por si alguien está interesado en invertir en calabazas (cortesía de Homer Jay Simpson):
“Este año he invertido en calabazas. Han estado subiendo todo el mes de octubre y tengo la sensación de que van a llegar a la cúspide sobre enero. Entonces ¡bang! Ese es el momento en el que voy a hacer caja”.

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