martes, 17 de abril de 2012

Roma Caput Mundi

Si soleis frecuentar el blog, que debeis, sabreis que no soy muy de hablar de cosas serias. Si soleis frecuentarme a mí, que no debeis, sabreis que no soy muy de hablar de cosas serias. Ahora bien, Roma merece un trato especial. Además es mi blog y escribo y hablo sobre lo que me da la gana.

Ya había estado en Roma, pero solo un día (si estar de 9:30 a 18:30 se puede considerar como tal) con muchísimo calor y un agobio tremendo porque queríamos verlo todo (hablo en plural porque, al igual que esta vez, también iba con Tania).

Esta vez, en cambio, ha sido bastante diferente.
Me temo que me estoy acostumbrando a hacer viajes a horas para nada decentes y a no poder dormir en el trayecto. Damn it!
Después de levantarme a las 5:20 y llegar a Roma a las 11:40 empezaba mi viaje turístico por derecho desde 2007 (viaje turístico por derecho es para mí aquel en el que vas de guiri con un plano por la ciudad y te quedas a dormir en un hotel).

Como ya os he dicho, esta vez fue diferente de la anterior, por el tiempo de estancia, obviamente, pero sobre todo por las sensaciones.
La primera fue salir del metro y encontrarme con el Anfiteatro Flavio, el Coliseo. Realmente lo recordaba mucho más pequeño. Me vino a la cabeza Estadio Azteca, de Calamaro, cuando dice "...y conocí el Estadio Azteca me quedé mudo / me aplastó ver al gigante". Pues algo por el estilo.

Mi imaginación y mi inquietud histórica me hacía imaginarme como una persona importante del Gades romano, amigo de los Balbo tal vez, o puede que un comerciante importante de Garum, el cual tiene su sitio reservado en el Coliseo en una placa que reza GADITANORVM.
A pesar de la lluvia podía imaginarme un día de calor sofocante, con el anfiteatro lleno y ambiente cargado por el arbero que se levanta. Y me imaginé, un poco (o bastante) influenciado por Gladiator, el público enloqueciendo cuando saben que lo próximo que tocaba ver era la actuación de uno de esos gladiadores cuya fama había logrado traspasar las siete colinas por su forma de luchar y, sobre todo, por nbo haber muerto aun en la arena del Coliseo.
Una reja que se levanta y ahí aparece, armado con una espada y defendido por un escudo y un casco mientras el público espera ver otra de sus legendarias batallas o presenciar el día en el que por fin cayó el aclamado guerrero.

Pero no me puedo quedar a ver el combate, que la entrada también incluye el Foro Romano y hay que verlo.
Paseando por la vía Apia, entre lo que eran termas y lugar de recreo, vuelvo la vista y veo el Coliseo, destruido. Me río y pienso en la que formó Obelix. Tania me mira sin entender muy bien la risa pero noto como Quique, con Q, ese pequeño yo de unos 7-10 años, está disfrutando conmigo, y aunque yo paseo, el juega a ser gladiador, senador, comerciante... lo de emperador y soldado no le llamó nunca mucho la atención.

Otra de las sensaciones diferentes con respecto a la otra visita romana es que, en aquella ocasión, le presté mucha más atención y me atrajo mucho más la parte artística que la histórica, aun cuando ambas se influyen mutuamente de un modo u otro.
No se por qué, pero, aun habiendo visto el Vaticano, la Piedad de Miguel Ángel, el Moises, Santa Maria Maggiore y todos esos lugares que un buen guiri debe pisar si va a Roma, me quedo con un templo a Saturno que actualmente se reduce a las columnas frontales, la imagen externa del Panteón de Agripa o el Ara Pacis desplazado de su emplazamiento original y con la imagen creada en mi mente de una Roma resplandeciente que se extendía desde Oriente próximo hasta los bosques de Alemania (salvo una pequeña aldea de irreductibles galos, por supuestísimo).

El clima también ha hecho que fueran dos viajes completamente diferentes. Las veces que he visto imágenes en postales de ciudades turísticas siempre aparecen completamente soleadas, salvo en aquellos casos en los que la lluvia forma parte del atractivo turístico.
Al ver esas postales en las que el buen tiempo parece ser perenne siempre me he preguntado si, al visitar una ciudad, no me estaré perdiendo un poco de su vida cotidiana y mirando la parte idealizada.
En esta ocasión, parece una estupidez, pero gracias al clima, lluvioso constantemente, me he sentido un poquito más romano que turista.

Y de esto me di cuenta al volver a casa. Creo que estaba demasiado ocupado en ver Roma que no vi lo que me estaba gustando Roma. Y ahora, viendo las fotos, veo que tengo unas ganas enormes de volver, de ver lo que nos ha faltado, de ver de forma diferente lo que ya hemos visto.

Supongo que podré hacerlo. Al fin y al cabo, todos los caminos llevan a Roma.

1 comentario:

  1. Muy bonita la redacción y el relato de "tu historia personal" ¡Ave César ! pero me gusta aún más el modelo que posa para las fotos.
    muaaaaaaaaaa

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