martes, 16 de septiembre de 2014

Eso por hablar

Hay situaciones que son propias de dibujitos animados o de sit-com chunga (si, uso dibujitos animados y sit-com en la misma frase) que es muy complicado que se reproduzcan en la vida real. Lo que ocurre es que a veces se alinean los planetas y deciden putear a dos chavales.

Esto que cuento me sucedió con un colega a principios de julio, cuando nos íbamos a Italia unos días, y es totalmente verídico. 

La ida se hacía yendo desde el aeropuerto de Jerez hasta Madrid, y allí hacíamos escala hasta Bolonia. Fácil en un principio, un trayecto de aproximadamente una hora, con bastante tiempo de espera entre la llegada del primer vuelo y la salida del segundo por lo que incluso podríamos permitirnos el lujo de almorzar tranquilamente.

Como digo, se produjo una situación bastante cómica* porque la primera frase de mi amigo (del que mantendré su anonimato) al facturar las maletas fue "a la mía le he puesto un floripondio para que no se pierda". Como os estareis imaginando, la maleta se perdió, pero no adelantemos acontecimientos. 
Lo primero que ocurrió fue que el despegue se retrasó por algo de niebla, humedad, o a saber qué en el aeropuerto Madrid Barajas Adolfo Suárez Lagarto Spock. Con el cachondeito íbamos diciendo que al final nos perdíamos el vuelo hacia Italia por culpa de la niebla madrileña. Cachondeíto hasta que la azafata nos dijo que igual teníamos que darnos bastante prisa para no perder el vuelo. Se suma a lo surrealista de esta situación que el avión aterrizó en la puerta junto la que teníamos que embarcar, pero que el autobús nos llevó a la entrada principal de la T4. Tuvimos que ir corriendo para llegar a la puerta -la última de la terminal, como no- para no perderlo, ya que llegamos en última llamada.

Mi compañero de viaje iba en la última fila y, al aterrizar en Bolonia, me dice, otra vez con guasa, "tengo una noticia buena y una posible mala: he visto que embarcaban la caseta de campaña pero no se si la maleta la habrán metido, así que igual la han perdido". La imagen que ilustra esta historia es un fiel reflejo de cómo quedó la cinta en Bolonia: una única maleta dando vueltas que no era la nuestra y la zona de llegadas vacía completamente. 
Fuimos a preguntar y, efectivamente, nos dijeron que la maleta estaba en Madrid y que llegaría al día siguiente, que fuésemos a recogerla.

Cuando fuimos a coger el autobús que nos llevaba del aeropuerto al centro de la ciudad vimos que había una máquina de tickets que no daba cambio por lo que dejamos ir al bus que estaba allí y tuve que ir por las tiendas del aeropuerto con un billete de 10€ en la mano para que me dijeran que nadie tenía cambio (ARO JOE!) y tenerme que comprar un nestea de 3 eurazos. Al llegar a la máquina vi que estaba estropeada y que se le pagaba directamente al chófer, que si que tenía cambio.

Esta serie de retrasos nos hicieron llegar a lo justo a la estación y, cuando parecía que la fortuna nos sonreía porque encontramos (de casualidad prácticamente) el último autobús que nos llevaba a la zona de camping, perdimos este a pesar de haberle dicho al chófer que íbamos a la máquina a comprar el billete.

Finalmente, oscureciendo ya y cargando con mochilas y una tienda de campaña, decidimos coger un taxi. Una vez dentro mi compi soltó una frase lapidaria:

"Se me olvidó decirte que soy un poco gafe, porque en los viajes suelen pasarme cosas de estas".

Bien jugado, capullo.

*Cómica cuando pasaron los días, los dos primeros fueron pa echarlos.